lunes, 4 de febrero de 2008

La Biblioteca de Minsk

«ut perfectus sit homo Dei ad omne opus bonum instructu» (A fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.) [2 Timoteo, 3:17]

Así nos recibe la Biblioteca Nacional de Bielorrusia, en Minsk, en cuyos paneles pentagonales dispuestos en forma de libro abierto, quedan recogidas en varios idiomas las palabras de Pablo a Timoteo. Es una invitación al aprendizaje, al saber almacenado en las escrituras – y por ende - en los libros. Pero también es un homenaje a Francisk Skorina, humanista y primer impresor bielorruso, representado por una escultura en la entrada de la biblioteca, que nos recibe con sus brazos abiertos.

La Biblioteca se configura como el mayor centro de referencia para todo el acervo cultural del país, está dotada de la tecnología más vanguardista, lo que le permite cooperar con otras redes telemáticas, se ubica en un edificio inteligente y que automatiza la mayoría de las funciones de transporte de la colección a las diversas salas (a base del uso de telelifts, única del país, en este sentido). Inmersa en la red científica y en la cooperación internacional, desarrolla actualmente diversos proyectos de digitalización y difusión de sus valiosos fondos.

El edificio diseñado por M. K. Vinogradov y V. V. Kramarenko llama poderosamente la atención. Es una alegoría del saber humanista, del empleo de la geometría y la vuelta a los principios vitruvianos de la arquitectura. Sobre la base de desarrollar tres circunferencias escalonadas en altura – que albergan las salas de lectura y principales espacios públicos – domina el espacio dedicado al depósito de las colecciones (en 19 plantas), configurado como un rombicuboctaedro, uno de los 13 sólidos de Arquímedes, que magistralmente dibujó Leonardo da Vinci para las ilustraciones de la edición de 1509 de Luca Pacioli: De divina proportione. La simbología del edificio no acaba en el poliedro que lo corona, en su entrada hay dos pentágonos representados al modo del dibujado por Durero 1514, en su famosa Melancolía I.

Todo un hermoso y simbólico espacio arquitectónico edificado para la cultura.